Esta cañón la “depre”

Guillermo Robles Ramírez
Por Guillermo Robles Ramírez

Aquellos que tienen hijos sobre todo en edad de la adolescencia, siempre se ha dicho que es una de las etapas más difíciles de su crecimiento; pero no solo para ellos sino también para los papás.

Una posible razón es porque ahora ya no se quieren quedar callados, todo cuestionan y ninguna respuesta les satisface, pero sobre todo siempre la justificante de “..es que en la casa de fulanito(a) sí le dan permiso o si lo dejan…”, y también la justificación de cambio de humor es que: “..ando depre.”

No hay papás que me dejen mentir al respecto que debería de existir también un nuevo diccionario para poderles entender porque hablan a medias o bien con palabras nuevas o mochas como: “bacacho=ron”, “nena=amiga”, “tipo=muletilla usada todo el tiempo cuando no sabe que decir”, “gato=todo aquellos que no están en su núcleo social”, “equis=no me importa”, “cero=negación total”, “obvi=para afirmar o decir sí”, “mil=expresión máxima o infinito”, “iu=expresión de asco”, “teto=alguien con demasiada inocencia”, existen más pero eso son los más usuales.

Hay veces que a cualquier padre pueden hacerlo sentir viejo o que no existe alguna comunicación entre ellos, pero también esto me hace recodar al igual que a muchos padres de familia que cuando éramos adolescentes nunca escuchamos a nuestras mamás o papás decir que algo les causara estrés o mucho menos que estaban depre, posiblemente porque siempre tenían ocupada la cabeza en muchas cosas que no le daban tiempo como para sentir lo que ahora se ha convertido en todo un problema desde muy temprana edad.

Para muchos psicólogos la enfermedad de la depresión puede tener sus indicios como un simple olvido de cosas por hacer. Como el legar a una cita, no acordarse los cumpleaños causando la presión de la omisión, el conflicto con familiares, la reprimenda en el trabajo, genera el estrés y finalmente la paranoia que lleva a la reclusión en un hospital de salud mental.

El escenario catastrófico mencionado anteriormente puede ser la historia de cada uno de los 20 millones de mexicanos que padecen trastornos depresivos según la Secretaría de Salud a nivel federal, y peor aún, de los cuatro de cada cien que presentan cuadros más agudos.

En el mundo la depresión ocupa el segundo lugar como causa de discapacidad y de acuerdo a las proyecciones pronto llegará al primer sitio. En Coahuila el nivel de consulta mental anual supera los diez mil quinientos pacientes.

Las cifras dan una idea de lo cercana que está la locura del común de la población y lo difícil que será para un país machista el aceptar que pronto deberá acudir con el psiquiatra lo mismo que si fuera a visitar al dentista.

El ingreso hospitalario por causas mentales en el estado cada vez va más en aumento entre unos 400 y 500 pacientes por año y por lo menos 80 personas se mantienen con carácter de permanencia en el Hospital Psiquiátrico de Parras de la Fuente, a donde llegan luego de varias valoraciones médicas.

Los que no están ahí se quedan en Saltillo, en el Centro Estatal de Salud Mental (CESAME), lugar en el que se atienden los casos agudos, no los crónicos y que se caracteriza por estancias cortas que no sobrepasan los 20 días.

A pesar de la gravedad del problema, solo el 10 por ciento de quienes ameritan obtener apoyo psiquiátrico acuden a consulta. Solo basta con revisar los periódicos para contabilizar el número de intentos de suicidio, decisión a la que se llega por problemas depresivos, que además de ser los más comunes representan más de cuatro millones de personas afectadas anualmente; la cifra va en aumento de acuerdo a las características de la vida actual, acelerada y estresante.

Las edades más frecuentes en que se presentan los trastornos depresivos agudos oscilan entre los 18 y los 64 años, pero también los niños y adolescentes que no son atendido a tiempo cada vez están siendo víctimas potenciales cuyas características principales son de personalidad agresiva, falta de capacidad de atención y baja autoestima, que derivan, en la búsqueda de una personalidad y del mundo ideal que la sociedad no es capaz de proporcionarles.

El retraso social en México adquiere su máxima expresión en el rechazo y la burla hacia los grupos minoritarios, y de ellos, los enfermos mentales son preferidos por muchos, desde considerarlos menos que personas hasta satanizarlos como entes poseídos, cosas paranormales, presas de un castigo divino que debe ser bien merecido.

¿Por qué temerle a la locura? Lo más probable es que se crea que para ella no existe curación, cuando la realidad es que los tratamientos que se otorgan ofrecen una alternativa de vida hasta para quienes parecen haberse perdido definitivamente en un mundo aparte del resto de los mortales.

Todo indica que para los mexicanos es más importante conservar su mentalidad machista y temerosa que ver por su propia salud. Todo parece que la locura, está cada vez más cerca de lo que parece para ocupar un buen lugar a nivel nacional. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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